lunes, 19 de mayo de 2014

Predestinación en la Biblia, Westminster y en el debate Barth-Brunner

Un marco constructivsta para la doctrina de la predestinación 
3.Dilemas contemporáneos sobre la predestinación
4. Este no puede ser el mundo que Dios predestinó


En cuanto al tema de la predestinación, no encontramos una postura unívoca en los textos bíblicos. Según Efesios 1.1-11, Dios libremente predestinó a quienes serían salvos. Es decir, la predestinación sólo se entiende en orden a una salvación suprahistórica. No obstante, el Salmo 139.16 le dice a Jehová: “mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”, es decir, una predestinación del cuerpo material. No obstante ambos textos se refieren a un Dios transhistórico que determina los acontecimientos en el mundo sin equivocación ni cambio alguno. Ahora bien, como señala Brueggemann,[v] también puede rastrearse en los diversos textos bíblicos la presencia de una divinidad sujeta a la contingencia, capaz de cambiar de opinión de acuerdo a las acciones humanas, tal como la que aparece en uno de los dos relatos del Diluvio (Génesis 6.1-87.1-511-16), en este relato no hay predestinación.

Dentro de las Iglesias Reformadas la doctrina de la predestinación es formulada canónicamente por el tercer capítulo de la Confesión de Fe de Westminster, la cual es uno de los más preciados baluartes de la Doctrina Reformada.

Dios desde la eternidad ordenó libre e inalterablemente todo lo que sucede. Sin embargo, lo hizo de tal manera que Dios no es ni el autor del pecado; ni hace ninguna violencia la libre albedrío de sus criaturas inteligentes, ni quita la libertad ni contingencia de los medios o causas secundarias, sino más bien las establece. . .[vi]

Posteriormente el capítulo refiere a la predestinación de los ángeles y demonios, a la reprobación de los no elegidos y a la salvación de los elegidos. No obstante, ya en esta confesión encontramos el término “libre albedrío”, el cual había sido rechazado categóricamente por Juan Calvino, el padre intelectual de la doctrina Reformada. Calvino retoma la tesis agustiniana de que Dios ha diseñado un plan histórico en donde la Ciudad de Dios converge con la Ciudad del Hombre, y en donde sus respectivos miembros habitan en estas ciudades no por su libre albedrío sino por la predestinación divina.[vii] Al final de los tiempos los habitantes de la Ciudad del Hombre terminarán en el infierno y los habitantes de la Ciudad de Dios en el cielo, sin que ninguno haya sido el causante de tal fin, sino sólo la soberanía divina. Así, en su Institución de la Religión Cristiana[viii], Calvino considera a toda la humanidad supeditada al plan histórico de Dios y al hombre impotente frente a dicho plan dada la inclinación natural al mal de todo ser humano que le incapacita para obrar rectitud alguna a no ser por ayuda divina

En tiempos de Agustín, quien cuestionaba radicalmente la doctrina de la predestinación era Pelagio, mientras que en el siglo XVII Jacobo Arminio denunciará los puntos que considera repulsivos en esta doctrina. Ambos enfoques coinciden en su optimismo antropológico al reconocer que en el hombre tiene un libre albedrio que determina su estado de salvación.

Barth y Brunner en torno a la predestinación


Por mucho tiempo el debate en torno a la predestinación parecía tener sólo dos focos: Agustín contra Pelagio y calvinismo contra arminianismo, hasta que las siguientes palabras de Karl Barth se hicieron escuchar: “La divina predestinación es la elección de Jesucristo”[ix] Barth ve la predestinación como un asunto de Dios y no del hombre. Esto le lleva a considerar que Dios siendo el eterno Dios-Hombre, es al mismo tiempo el “Dios que elige” y el “Hombre elegido”.[x] Un lado, el divino, que se refiere a la determinación activa de elegir (el “Sí”) y otro, el humano, a la determinación pasiva de ser elegido (el “No”)

Dios eligió como Su propia parte el lado negativo de la divina predestinación…esta parte no es una parte del hombre… Él se declaró a Sí mismo culpable de la contradicción contra Sí mismo en la cual el hombre esta envuelto… (Por lo tanto) la fe en la elección divina significa per se fe en el no-arrepentimiento del hombre… en el eterno propósito de Dios, está Dios mismo arrepintiéndose en su Hijo…[xi]

Por tanto el significado de la predestinación es que “desde toda la eternidad Dios determinó la absolución del hombre bajo Su propio costo” Las consecuencias de dicha argumentación parecen ser evidentes. Si la predestinación es un asunto exclusivo de Dios con su Hijo, i.e. que no hay una predestinación específica hacia algún hombre, sino sólo la predestinación de Jesucristo como redentor del mundo, entonces, al decir de Brunner “se ha cerrado el infierno”[xii] y la apokatastasis o salvación universal es inminente. Tal es la crítica que Brunner realizará a la presentación de la doctrina de la predestinación que hace Barth.

Brunner dirá que a despecho de Barth, en realidad los textos bíblicos ven a Jesucristo como el que “llegó a ser” encarnado y “trajo” a la humanidad la salvación; de este modo la elección tiene una realización en el tiempo que difiere de la eternidad propuesta por Barth. Sin embargo al momento de continuar con su argumentación, insistirá en que Barth niega la doctrina tal como se había venido presentando en forma tradicional y que su presentación conlleva a la desastrosa consecuencia de la salvación de todos los hombres. Nótese que Brunner no gasta mucho en debatir con categorías y argumentos sino que de inmediato señala las consecuencias que estos postulados pueden conllevar en detrimento de la tradición. Es un argumento motivado por intereses eclesiásticos y no meramente por la búsqueda objetiva de la “verdad”.

Brunner no alcanza a percibir el largo alcance que una doctrina de la predestinación tal como es articulada por Barth posee. Sin embargo creemos que esta manera barthiana de entender la doctrina pude ser interpretada de modo que sea útil para insertar el entendimiento de la doctrina en un contexto plural y global. Quizá nuestra interpretación también rompa con las mismas intenciones de Barth, pero siguiendo a Ricoeur[xiii] los enunciados son un universo de sentido del que la intención del interprete es sólo un elemento de análisis, pero no determina un sentido verdadero del texto. Adelantamos que interpretamos la doctrina de la predestinación como la presenta Barth no pensando en una salvación universal, sino sólo en el sentido de que no es necesario adscribirse a una tradición cristiana para ser sujeto de la divina elección. Esto será retomado al hablar de las connotaciones socio-políticas de esta doctrina.

3.Dilemas contemporáneos sobre la predestinación


Notas 
[v] BRUEGGEMANN, Walter, An Introduction to the Old Testament. The canon an de Christian imagination, Estados Unidos, John Knox Press, 2001, pág. 41,
[vi] IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA DE MÉXICO, Confesión de Fe de Westminister, México, El Faro, 2003.
[vii] AGUSTIN, La Ciudad de Dios, México, Porrúa, 2000.
[viii] CALVINO, Juan, Institución de la religión cristiana, Buenos Aires, Nueva Creación, 1967.
[ix] MCGRATH, Alister (ed.), The christian theology reader, Oxford & Cambridge , Blackwell Publisher, 1995, pág. 247.
[x] Ídem, pág. 246.
[xi] Ídem, pág. 247.
[xii] Ídem, pág. 249.
[xiii] RICOEUR, Paul, Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, México, Siglo Veintiuno Editores, 2006.

1 comentario: